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Análisis

El apogeo del dominio

El glorioso periodo de John Wooden y sus Bruins en UCLA: mucho más que una dinastía.

John Wooden y los UCLA Bruins

En la historia del baloncesto universitario, pocos equipos han alcanzado la grandeza que logró el equipo de UCLA entre 1967 y 1973. Bajo el liderazgo del legendario entrenador John Wooden, los Bruins no solo redefinieron el éxito, sino que dejaron una huella indeleble que sigue inspirando a jugadores y entrenadores por igual. Fue un período glorioso, marcado por un estilo de juego que combinaba elegancia, disciplina y una extraordinaria habilidad para ganar.

Hace ya bastante tiempo, hubo una era dorada del baloncesto universitario en la que un equipo destacó por encima del resto, marcando un antes y un después en la historia de este deporte. Los Bruins de UCLA, entrenados por John Wooden, se convirtieron en un modelo de excelencia y consistencia. A caballo entre la década de los 60 y los 70 este equipo logró una hazaña impresionante: siete campeonatos nacionales consecutivos y una racha de 88 victorias seguidas, un récord que hasta hoy sigue siendo un referente de dominio absoluto. En este artículo exploraremos cómo UCLA alcanzó esta cúspide de la grandeza, examinando las temporadas que llevaron a estos logros históricos, los jugadores que dejaron su marca y el impacto duradero de John Wooden en el baloncesto universitario. Acompáñanos en un viaje por este periodo único, donde el talento, la disciplina y el espíritu de equipo se combinaron para crear una dinastía inolvidable.

En los libros de grandes récords del deporte, el dominio del equipo de baloncesto de la universidad de UCLA desde 1967 hasta 1973, sellado por siete campeonatos nacionales consecutivos, aparece en un lugar destacado, siendo uno de los hitos que menor probabilidad tiene de ser superado. Fue una hazaña sin precedentes, y John Wooden, conocido como «El Mago de Westwood», fue el arquitecto detrás de este éxito monumental. Wooden tenía una habilidad única para desarrollar el talento de sus jugadores y crear equipos cohesivos que jugaban con precisión quirúrgica. Su enfoque se centraba en los fundamentos del baloncesto y en inculcar valores como la ética del trabajo, el respeto y la responsabilidad.

La primera de aquellas temporadas memorables fue la de 1966-67. UCLA contaba con Lew Alcindor, quien luego se cambiaría el nombre a Kareem Abdul-Jabbar. Este talentoso pívot llevó a los Bruins a un récord de 30-0 y a su tercer campeonato nacional, venciendo a Dayton en la final con un marcador de 79-64. Alcindor fue una fuerza dominante en la cancha, utilizando su impresionante altura y habilidades para anotar y defender. En esta temporada, se consolidó como uno de los mejores jugadores universitarios de todos los tiempos, estando además estaba muy bien acompañado por el talentoso base Lucius Allen o el alero Lynn Shackelford. La temporada siguiente, 1967-68, UCLA volvió a tener un desempeño sobresaliente, terminando con un récord de 29-1. La única derrota de los Bruins en este período fue ante Houston, en un icónico partido jugado en el Astrodome. A pesar de ese revés, UCLA se recuperó y llegó a la final del torneo de la NCAA, donde se enfrentó a North Carolina y los venció 78-55. Alcindor fue nuevamente el protagonista, demostrando porqué era el jugador más dominante de su tiempo. Era una época en la que los estudiantes finalizaban su ciclo universitario de cuatro años, por lo que la plantilla tenía la continuidad necesaria para mantener la superioridad de la temporada anterior. Mike Lynn y Edgar Lacey, en su temporada senior aportaron veteranía al grupo de jugadores que ya destacó el curso pasado.

En 1968-69, UCLA siguió su reinado con un récord de 29-1, obteniendo otro campeonato nacional. En la final, vencieron a Purdue con un contundente marcador de 92-72. En este momento, Alcindor era un gigante en la cancha, y el equipo de UCLA funcionaba como una máquina bien aceitada, con jugadores que conocían sus roles y ejecutaban el plan de juego de John Wooden con precisión. Algunos nombres secundarios habían cambiado, pero el entrenador logró sumar al programa el talento de jugadores como

Curtis Rowe, John Vallely, Sidney Wicks o Steve Patterson, quienes resultaron piezas clave para dar equilibrio a un equipo que se sostenía sobre el dominio del mejor jugador universitario de todos los tiempos.

La temporada de 1969-70 fue otro capítulo exitoso para UCLA, esta vez ya sin Alcindor, quien había pasado a la NBA. A pesar de esta pérdida significativa, los Bruins lograron adaptarse y conquistar otro título nacional, venciendo a Jacksonville en la final con un marcador de 80-69. En esta ocasión, el balance final del equipo fue de 28 – 2, todo un logro teniendo en cuenta que se podía esperar un cambio de ciclo tras la marcha del faro que les había guiado en los últimos años. Sidney Wicks y Curtis Rowe dieron un paso adelante y mantuvieron el legado ganador de UCLA, basados en un juego mucho más coral en el que compañeros como Henry Bibby, Vallely o Patterson también aumentaros sus prestaciones. La temporada de 1970-71, con una plantilla muy similar a la vigente campeona, fue igualmente impresionante, logrando un récord de 29-1 y venciendo a Villanova 68-62 en la final para ganar otro campeonato nacional. Los Bruins continuaron mostrando su estilo de juego disciplinado y su capacidad para superar a cualquier rival que se les pusiera enfrente.

La histórica racha de 88 victorias consecutivas, que comenzó en 1971 y se extendió hasta 1974, fue el resultado de un equipo que parecía imbatible. Durante esos años, UCLA no solo venció a sus rivales, sino que lo hizo de manera contundente, dejando a todos boquiabiertos por su consistencia y precisión. Los Bruins superaron a equipos de élite y mantuvieron un nivel de excelencia que muchos creían imposible de alcanzar.

La temporada de 1971-72 fue el comienzo de esa legendaria gesta de triunfos sin parangón. UCLA, con un récord de 30-0, ganó el campeonato nacional, venciendo a Florida State en la final con un marcador de 81-76. Fue la temporada en la que Bill Walton comenzó a destacar como el nuevo pívot estrella del equipo, demostrando una habilidad excepcional tanto en defensa como en ataque. En esa plantilla brillaba también otro “sophomore”, Jamal Wilkes, que se convirtió en el escudero perfecto desde el perímetro para el nuevo titán de las zonas. En la temporada de 1972-73, UCLA continuó su racha de victorias, otra vez con un récord perfecto de 30-0, y ganó el campeonato nacional al vencer a Memphis con un aplastante marcador de 87-66. Bill Walton fue el jugador más destacado de esta temporada, con actuaciones memorables, incluyendo una final en la que anotó 21 de 22 tiros de campo.

La sensación de invictos de esta universidad era absoluta, su dominio se extendía ya durante muchos años y nada ni nadie parecía que pudiera ponerle fin. El partido que rompió la racha de 88 victorias consecutivas tuvo lugar el 19 de enero de 1974, cuando UCLA se enfrentó a Notre Dame. Fue un enfrentamiento épico, y a pesar de la increíble actuación de UCLA, Notre Dame logró remontar en los últimos minutos para ganar 71-70, poniendo fin a la racha histórica. No fue la única derrota de esa temporada, en la que también Oregon, Oregon State y North Carolina State lograron vencer a los antaño imbatibles Bruins de John Wooden. Aquel año no ganaron el campeonato nacional, aunque solamente tardarían una temporada en volver a conquistar la corona.

La era de John Wooden no fue solo sobre victorias y campeonatos; fue una época en la que el baloncesto universitario se transformó. Wooden no solo formó a grandes jugadores, sino que también los inspiró a ser mejores personas. Su «Pirámide del Éxito», un conjunto de principios que guiaban su filosofía de entrenamiento, se convirtió en un símbolo de excelencia, no solo en el deporte sino en la vida.

Los logros de UCLA entre 1967 y 1973 son un recordatorio de que, con el liderazgo adecuado y un equipo comprometido, se pueden alcanzar alturas extraordinarias. La racha de 88 victorias consecutivas y siete campeonatos nacionales seguidos siguen siendo un testimonio del poder del trabajo en equipo, la disciplina y la grandeza de un entrenador que se convirtió en leyenda. John Wooden y los Bruins de UCLA dejaron una marca imborrable en el baloncesto universitario, un legado que seguirá inspirando a generaciones futuras.

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