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El Estudiantes en su laberinto

Culminado el drama, es momento de hacer balance de una temporada en la que, pese a no haberse conseguido el objetivo del ascenso, esconde algún que otro punto positivo.

Movistar Estudiantes
Movistar Estudiantes y FEB.

Aún no he visto el partido repetido, lo confieso. Aún no me he recuperado del todo, es evidente. Aún cuesta explicar qué pasó el domingo 8 de junio, es difícil.

Pero el tiempo relativiza todo (que no cura), y aquí estamos, por desgracia. Estamos donde merecemos, vaya por delante. Lleida fue un tsunami. En realidad, lo llevaba siendo desde marzo que no conocía la derrota.

A toro pasado, joder, es normal que nos ganaran. Por dinámica y confianza. Porque ellos fueron todos a una. Porque no dudaron, no fallaron, no dejaron nada al azar. Se encontraron a un Estu quizá demasiado eufórico tras el quinto partido ante Betis y, sobre todo, la gran victoria ante Tizona el día anterior. Cómo para no estarlo: habíamos ganado a un equipo que, se suponía, nos venía muy mal, muy incómodo, muy intenso. Y se le vence fácil, arrasando, como en los días grandes.

En Madrid, además. Era la ocasión perfecta. El día perfecto.

Solo había que ganar uno más para volver donde la historia de este club merece. 40 minutos más para abandonar la aventura de la LEB, que no se la recomendamos a nadie. Por dura, por difícil, por empedrada. Un infierno sin puerta de salida.

El círculo se podía cerrar en el Madrid Arena, uno de los últimos pabellones que vieron a un Estu luchando por cotas altas, altísimas en comparación con estos años. Una instalación, por cierto, ideal para la práctica del baloncesto y que el club, sin duda alguna, debería recuperar para dejar atrás el Wizink y sus conciertos. Pero eso es otro tema.

El Arena fue un cuadrilátero de boxeo ese domingo fatídico a las 18:00. Bajo un enfervorizado ambiente, con dos aficiones bien diferenciadas, que hicieron todo lo posible para contrarrestar los 4.000 asientos libres del otro fondo. Una Final Four de la Federación que no pasará a la historia precisamente. Pero ese, también, es otro tema.

Fight, puntuales. Y no hubo final. Hubo KO técnico. Lleida bailó como quiso. El Estu, testigo de excepción, no ganó ni el salto inicial . La fluidez catalana contrarrestaba con la errancia madrileña: desubicados, descontrolados, nerviosos. Les pasó un tren de mercancías por encima a los cinco titulares colegiales, y al cuerpo técnico, que no encontró fórmula alguna para parar el atropello.

El baño era completo no solo en la pista si no también en los banquillos. Gerard Encuentra deja a Lobo en el banquillo y descoloca a Adams Sola, pues era su teórico par. En la pintura hace algo similar con la entrada de Kuath por Krutwig, que se empareja con Larsen y no hay color.

Rivero hizo amago de parar la embestida con 0-7, pero anula el tiempo muerto y lo hace con 0-9. Una diferencia en el marcador importante para no haber llegado ni a la mitad del primer cuarto, pero nada fuera del otro mundo. Nada que no hubiésemos visto antes, a poco que tengas un mínimo historial baloncestístico.

Lo sobrenatural fue llegando poco a poco. Yo nunca he vivido una final así. Jamás. No recuerdo un equipo capitulizar tan pronto. No encuentro un repaso similar en un partido decisivo. Nos tuvo que tocar a nosotros.

El caso es que, como ya sabéis, nada varió tras el tiempo muerto. Ni Rivero cambió fichas, más allá de la salida de Ferrando por un horrible Wintering, ni nuestros tiros, sin ton ni son, entraban, por lo que la oportunidad de reenganche al encuentro se alejaba a una velocidad de vértigo. Por contra, el rival encontraba triples liberados con asombrosa facilidad. Y no perdonaban. 0-14, 10-25 al final del primer cuarto. Shock brutal.

Todo fue a peor en el segundo cuarto. La ansiedad por remontar crecía entre nuestras filas. Con ella, el bloqueo mental y la estupefacción. La grada intentaba enchufarse con la incansable Demencia a la cabeza, pero era muy complicado. El globo se había pinchado demasiado rápido. Nadie se lo podía creer unos minutos antes. La situación, con 21-52 al descanso, era netamente irreversible.

Desde ese momento, luto general en toda la familia del Estudiantes. General, prolongado y repetido desde hace años. El Estu, una vez más, había demostrado toda su ‘Antigrandeza’ en un día clave.

Las cenizas

Además de la inmensa decepción, ¿qué queda de la derrota ante Lleida? Una plantilla destrozada y un proyecto en entredicho. El club había apostado todas sus cartas a este año. Había aumentado el presupuesto para la primera plantilla masculina con la intención de conseguir el ascenso directo, en primera instancia, o en Playoffs a la postre. Despidos de empleados históricos incluidos, la directiva había puesto todos los huevos en la misma cesta. Queda saber si esa cesta, hoy por hoy rota, es reparable.

Los mimbres parecían de una calidad aceptable para el reto. Jugadores con experiencia en LEB Oro, junto con promesas (y no tanto) ACB. Un equipo que se antojaba reconocible y con desparpajo ofensivo. Un equipo dirigido por Pedro Rivero, que conoce como pocos las entrañas de la segunda competición española.

Un club que llevaba dos años ya de experiencia acumulada en la liga. Dos años en el barro, con sus decepciones pero sobre todo, sus experiencias. Una Final Four -primer año- y unos Playoffs por medio -segundo-. La diferencia está vez nacía desde el banquillo. Plenos poderes para Rivero, que se la jugó, ya desde el verano, con el fichaje de Michael Carrera.

Carrera es ceniza. De la más negra, la más difícil de limpiar. El Estu fichaba a un volcán que, claro, acabó entrando en erupción. Los volcanes son majestuosos hasta que erupcionan, y se vuelven peligrosos y amenazantes para todo lo que está a su alrededor.

El Estu jugaba bien con Carrera en sus primeros meses, y Rivero parecía tenerlo controlado. El venezolano, sobrado de físico y talento para la categoría, se iba al doble-doble casi sin sudar. Él lo daba todo en pista: batallaba cada balón suelto, saltaba de más, defendía a los suyos. Muchos han echado de menos ese tipo de jugador en la plantilla durante el tramo final de la temporada.

Pero no hay que hacer trampas al solitario: Carrera la lió él solo. Primero con la sanción contra Coruña. Desmesurada en su sentencia (7 partidos) y que sentó un precedente demasiado grueso para una Federación desubicada, injusta e incompetente. Tampoco ha sido su año.

El incidente verbal fue el preludio de lo que vendría después. Carrera tuvo varios encontronazos importantes durante los entrenamientos, con compañeros y staff. Colmó el vaso durante un partido, que Rivero le sentó y se llegaron a encarar en el banquillo. No volvió a jugar. No volvió a vestirse de azul. Fin del episodio Carrera. El Estu perdía su mayor arma ofensiva, pero ganaba estabilidad grupal.

Aunque la ceniza negra lleva aroma venezolano, las más abundantes pertenecen a la enfermería del Ramiro. Ésta -las lesiones- y no otra, es la principal causa del no ascenso del equipo colegial. Si les cuentan o leen otra cosa, o les están mintiendo o sus autores no han visto toda la temporada del club.

El Estudiantes pierde a Jonny Dee y a Francis Alonso para más de tres meses. Tus dos escoltas titulares, y sin miedo a decirlo, probablemente los dos mejores de la competición, caen en un tramo clave de la temporada. La plantilla, confeccionada en base a esa fortaleza en el ‘2’, entra en barrena. Lo de Carrera se queda en anécdota en comparación.

El Estu se hunde y pierde 5/6 partidos en ese tramo. El ascenso directo, que sí llevaba encauzado hasta entonces, pasa a ser un reto mayúsculo. El mercado, escaso en esos momentos, apenas permite incorporaciones importantes, y mucho menos de la calidad de Dee o Alonso. Llegan Ferrando y Rakocevic. El primero convence rápido. Es más, tuvo que ser titular por delante de Wintering durante el final de temporada. Pero Rako no, y es un mero espectador de primera fila. Aún así le renuevan (qué cosas). Después llegaría otro exterior, Frazier, cuya aportación en la plantilla del Estudiantes fue la misma que la tuya.

Así pues, la mezcla lesiones +refuerzos es un desastre, y el ascenso directo es netamente imposible. Además, Coruña y Burgos muestran solidez, y Lleida empieza a despuntar. Los de Encuentra no pararían más.

Ya con la mira en los Playoffs, el Estu se da cuenta en mayo que va corto de juego interior. Llega el argentino Cáffaro, y muestra contundencia desde el minuto cero. Pero no es un fichaje llamado a ser determinante. Cáffaro no es la solución mágica para ganar los Playoffs. Casi más es las recuperaciones de los lesionados. En este sentido, por ejemplo, Dee no hace un buen partido hasta la final de Lleida. La recuperación de su rotura de codo en tiempo récord tiene sus peajes.

Podríamos entrar en este momento en más consideraciones, ya conocidas por los acólitos que siguen la actualidad semanal del club: la escasez de aleros y la decepción precoz de un tipo supuestamente ACB como Sergio Rodríguez, el estado físico de Carlos Suárez, la omnipresencia de Larsen o el poco aprovechamiento de Nzosa, entre otras.

Al refugio

Después de toma tormenta, llega la calma. ¿Qué viene ahora?, ¿en qué y en quiénes se refugia el club para volver con más fuerza?

Llega ahora el periodo de evaluar daños y, especialmente, aprender de los errores para que el posible vendaval futuro no sea tal. De primeras, el club confirmó la continuidad de Pedro Rivero. Nada extraño, pues el técnico aún contaba con un año más de contrato. Con el comunicado, eso sí, el club expresa públicamente su apuesta por el proyecto ya empezado.

Y hacen bien, pues los volantazos en el puesto de entrenador nunca han surtido efecto en el Ramiro. A tenor de los hechos y las cifras: 14 entrenadores desde 2010, 7 desde 2018, 5 en 3 años en LEB. Una auténtica barrabasada.

Además, por muy dramáticos y vinagreros que nos pongamos, el Estu de Rivero ha estado a una sola victoria del ascenso, pese a todos los males ocurridos durante la temporada. Hay proyecto, por lo que el club no vuelve a la casilla de salida: vuelve al medio del tablero. No conviene ahora echar gasolina al fuego, porque tiene visos de poder apagarse si se hacen las cosas con cordura y paciencia.

Lo urgente y relevante de verdad es contratar a un director deportivo, responsable de operaciones, general manager, o como quieran llamarlo. Por mucho que Rivero conozca la liga y sus jugadores, el valor de un director deportivo es difícilmente reemplazable, y el club carece de esa figura desde el año pasado.

Quizá con él, el Estudiantes no cometa los errores en la confección de plantilla ya expresados. Hablando en positivo, el club tiene como objetivos prioritarios la contratación de un pívot físico, un alero titular y un base de complemento a Wintering, que todo apunta a que renueva. Vamos, lo que no han sido Nzosa o Sergio Rodríguez, en caso de los dos primeros casos.

En el apartado de salidas, en estos momentos reina el desconcierto. Dee y Cáffaro, aunque muy distintos, cuentan con pasaporte extracomunitario, por lo que sus fichas están en peligro por esa circunstancia. Dee, además, podría no tener hueco si el club opta por la continuidad de Leimanis -uno de los jugadores que más ha progresado esta temporada– y Francis Alonso, al que el club le ofrece continuar pese a las múltiples ofertas que tiene sobre le mesa. Su renovación no está descartada, y sobre ella se debería construir la plantilla del año que viene.

Hay jugadores que no siguen: Ferrando, con ofertas de cesión de ACB, Sergio Rodríguez y Rubén Domínguez, único confirmado entre las bajas. Casos como el de Larsen o Nzosa están más en el aire: el primero porque condiona mucho el puzzle del roster, y el segundo porque depende más de Unicaja (club cedente) que del Estudiantes. Carlos Suárez apunta a retirada salvo giro de los acontecimientos.

Además de Alonso, el club sí cuenta con Sola, Leimanis y Murphy, junto con Wintering, al que Rivero quiere seguir entrenando. Además, es probable que el canterano argentino Lucas Giovanetti tenga por fin ficha permanente en el primer equipo y, además, minutos importantes al ‘3’. Sobre los otros dos canteranos cedidos, Emil Stoilov y Hugo López, hay más dudas y dependerá de los fichajes que lleguen en la pintura. Que estén los dos a la vez es complicado. De apostar lo haríamos por Hugo. Ah, de Héctor Alderete, ya recuperado de su lesión y que no pertenece al club, no hay noticia alguna. Si el Estu no intenta recuperarlo, algún despacho del Magariños debería arder con nocturnidad y alevosía.

En cuanto a la viabilidad económica, el próximo año está garantizado pese al no ascenso a ACB. No obstante, y aunque suene populista y repetitivo, el Estu se juega su existencia cada año. Y el siguiente es vital: Movistar, que es el que permite la subsistencia económica del club, acaba su contrato de patrocinio en 2025. La cruda realidad para ese año se completa con el último gran pago a Hacienda (casi 2,5M, ahora se paga anualmente poco más de 1M). Así pues, en el apartado contable la próxima temporada es la más importante de la historia del club. Asegurar el futuro del masculino es condición necesaria para mantener los otros dos grandes pilares de la entidad. Dos refugios más, y estos sí con buena salud: la cantera y el equipo femenino.

….

La LEB Oro, ahora llamada Primera FEB -otra magnífica idea del iluminado de turno-, comenzará el último fin de semana de septiembre. Sobre el papel, será una de las más igualadas que se recuerdan. A pesos pesados como Burgos, Gipuzkoa o el propio Estudiantes, hay que sumar la solidez de proyectos como Tizona, Betis, Valladolid o Fuenlabrada junto, por supuesto, a los descendidos Palencia y Obradoiro, mayor presupuesto de la competición. El simple hecho de saber desde ya que uno de entre Estu, Burgos y Obra no subirá habla muy bien del nivel de la segunda categoría del baloncesto español.

No quiero acabar el texto sin una mención a la aficiónEl mayor refugio de este club por historia, valores y lealtad. No es fácil encontrar una afición tan maltratada en todo (precios de abonos, decisiones sobre pabellones, mediocridad deportiva perenne…) y que anime en una final yendo 30 puntos abajo. Nada define mejor lo que es y lo que sienten los aficionados colegiales, incluso en las malas. Seguirán ahí hasta el final, si es que éste acaba siendo una realidad. Demencia incondicional.

Artículo de nuestro colaborador publicado originalmente aquí.

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